¿Deben permitir salir a los niños un poco cada día?
Coronavirus

En estos días ha surgido el debate acerca de si se debe dejar a los niños salir o no. Y se han escuchado distintas opiniones. “No deberían salir, es un error”, “mi hijo lo lleva bien”, “sí deberían salir”, “los niños lo necesitan”, “los niños se adaptan a todo, son más fuertes de lo que pensamos”...

Si bien es cierto que los niños “se adaptan”, esto no quiere decir que no experimenten estrés mientras se adaptan, algo que comparten con todos los animales, humanos y no humanos, por el simple hecho de pertenecer al reino animal y por ello, participar de la capacidad de adaptación que todos los animales tenemos.

Todos los procesos de adaptación cursan con una respuesta de sobreactivación nerviosa, necesaria para poder adaptarnos. Es lo que llamamos la respuesta de estrés. Si esta sobreactivación nerviosa dura demasiado tiempo para el organismo que la experimenta, puede derivar en la aparición de la respuesta de Ansiedad, que es una señal de que ese organismo animal, está empezando a “no funcionar” de forma adaptativa.

Estamos observando a niños, sobre todo los pequeños (hasta los 6-7 años) a los que le han aparecido tics nerviosos (en los ojos, hacer sonidos guturales, carraspeos de garganta, agitación de manos, movimientos con el cuello…), problemas visuales (debido a que no pueden mirar distancias largas), alteraciones del sueño y del apetito (peor conciliación, presencia de pesadillas, menos ganas de comer…), conductas de regresión (volver a hacerse pis y caca…), nuevos miedos, mayor irritabilidad… e incluso en algunos niños, ya ha aparecido la tristeza. Los niños están experimentando un nivel de estrés anormal (“como todos” dirán algunos) pero la pregunta es “¿cómo está actuando sobre su neurodesarrollo, sobre todo los que están en la 1ª Infancia?”.

Hemos de comprender que la infancia es una etapa del desarrollo muy variada y muy amplia, y las necesidades de los niños cambian con rapidez, sobre todo cuando son más pequeños, por tanto no podemos generalizar y pensar en los niños como “un todo igual con las mismas necesidades, y por tanto, mismas medidas”, ni tener un enfoque reduccionista.

Cada niño, según su edad, estará en una etapa evolutiva diferente, y por ello, necesitará más o menos el salir, tendrá más o menos capacidad de adaptación, tendrá en él mayor o menor impacto el estar encerrado. Partimos de la base de que TODOS lo necesitamos, hasta los adultos, pero los niños un poco más que nosotros, porque su cerebro aún está en desarrollo y necesita nutrirse de interacciones con experiencias externas. El cerebro del niño necesita movimiento, necesita relaciones sociales e interaccionar con sus iguales, explorar, el contacto con la naturaleza, con el aire libre, correr y mirar largas distancias...

La situación es la que es, y requiere medidas extraordinarias. Por ello, cuando los niños puedan salir a la calle, de forma controlada, no como antes, nos toca llevar de la mano acciones de responsabilidad sanitaria para prevenir posibles contagios, a la par que ir modelando en nuestros niños nuevas conductas que son contrarias a su propia naturaleza infantil: no tocar, no juntarse con otros, no llevarse las manos a la cara o a la boca, no usar los parques infantiles... hemos de modelarles el uso de las medidas de seguridad e higiene en el exterior, explicarles de forma breve y concreta el nuevo funcionamiento antes de salir (que pueden pasear, caminar y correr pero de forma controlada, sin tocar nada y cerca de nosotros), y qué consecuencia habrá si se incumple tras haber dado “X” número de avisos. Al principio, va a ser normal que incumplan algunas veces, según su edad y características neurológicas, por ello, nos toca “modelar en ellos el nuevo comportamiento”, siendo un modelo, ensayando adrede las nuevas conductas, guiándoles, y reconociéndoles cada vez que lo hagan bien. Si incumplen: acercarnos a ellos con calma, establecer contacto físico y ocular, detener la acción, captar su atención para que nos escuchen, hacerles un breve recordatorio del funcionamiento, hacer una pausa de espera, y dar la oportunidad de volver a realizar la acción. Recordar que este nuevo funcionamiento requiere “entrenamiento” y múltiples prácticas, hasta que lo interioricen. Acompañemos en ello y seamos un buen modelo a imitar, porque todos deseamos que esto salga bien.

Beatriz Fernández Carrera
Psicóloga General Sanitaria y Psicoterapeuta. O-01766

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