La menestra emocional del coronavirus
Coronavirus

En esta situación excepcional que estamos viviendo es normal que surjan un variado conjunto de emociones, cual si de una menestra se tratara. No podemos vivenciar una situación de tal magnitud, y que ha implicado el tener que tomar medidas drásticas a nivel mundial, sin que experimentemos emociones. La diferencia es que la menestra, nos la podemos comer y digerir, pero esta menestra emocional no siempre gusta, y muchas veces se indigesta.

Ansiedad, Miedo, Incertidumbre, Angustia, Agobio, Soledad, Aburrimiento, Pena, Tristeza Dolor e Impotencia por las personas que fallecen, en ese último final de su vida, sin libertad para poder gestionarlo como desearían, sin opción a ser acompañados en sus últimos momentos, sin una mano que apretar, que agarrar, sin un abrazo, un beso, una mirada cómplice, amiga o familiar. Privados de ese contacto físico y calor humano, que no habla, pero dice mucho, para decirle adiós a la vida sin poder despedirse de los suyos. Ellos, algunos o muchos, se van así, con suerte tendrán una persona sanitaria a la que aún le quede un trocito de su escaso tiempo y sin fin de tareas, para brindarle ese pequeño gesto de calidad humana. Habrá otros, sin embargo, que no lo habrán tenido, porque no se ha llegado a tiempo. Aparecen entonces la emociones encontradas de todo ese personal sanitario, que además de estar intentando curar, también intentan aliviar y acompañar en lo que pueden, que están expuestos a experimentar emociones muy difíciles, que se las llevan a sus casas, junto con el miedo y la preocupación de quizás ellos también se han contagiado, y poder contagiar a los suyos.

Tenemos también otros escenarios, el de los familiares de los fallecidos, privados también de un abrazo, de un acompañamiento en un momento tan doloroso, esperando sin saber cuándo podrán abrazar ese consuelo que necesitan, y llorando en el aislamiento la pérdida de su ser querido de esta manera tan poco imaginada.

Tenemos el escenario también de la población general, confinados en sus casas, albergando también las emociones ya mencionadas, de ansiedad, miedo, preocupación, incertidumbre y agobio. La ira y la irritabilidad no tardan en instalarse también en nuestros cuerpos, y la mente, piensa y piensa, divaga y divaga, esperando con “Esperanza” que todo esto termine, que no afecte a más gente, que no afecte a ninguno de los suyos, mientras la mente también produce pensamientos de desesperación, miedo y una gran incertidumbre ante el “¿qué pasará después, cómo quedará nuestra vida, nuestra sociedad, nuestros trabajos, nuestra economía… y por extensión, cabe hacerse la pregunta de si volveremos a vivir la vida que conocíamos o este suceso tan trasversal, habrá venido para darle la vuelta al modelo de vida que hasta ahora conocíamos?”.

Mientras tanto, y en convivencia con tal “menestra mental y emocional” sólo nos queda confiar, creer en la capacidad del ser humano para reconstruirse, avanzar, y salir adelante, pero con el deseo y sentimiento general de que, la evolución sea a mejor, no a peor, que los valores humanos prevalezcan y vuelvan a encontrar su sitio, en esta sociedad que se estaba quedando vacía de lo esencial.

Como psicólogos nos acordamos de todas las personas que están sintiendo tantas y tantas emociones, y queremos transmitir el mensaje de que el miedo no nos pueda, que aunque está aquí, y ha de estar, no se instale en nosotros por demasiado tiempo, y aun cuando está ahí, presente día a día, nos ocupemos también de cultivar otras emociones que también están en nosotros, como la calma, la serenidad, el coraje, la fortaleza y la esperanza de que saldremos adelante, como nos recuerdan los niños con sus arco iris llenos de colores en las ventanas.

Si hay algo que nos une es nuestra capacidad de ayudar, de ser solidarios y de que todos deseamos volver a ver la vida de color.

No se trata tanto de que el miedo no venga, o de evitarlo o de intentar no tenerlo, si no de integrarlo en el afrontamiento de esta situación extraordinaria que nos ha tocado vivir.

Un abrazo extenso, largo y lleno de color, cual arco iris, para todos y todas.

Beatriz Fernández Carrera
Psicóloga General Sanitaria y Psicoterapeuta. O-01766

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